domingo, 24 de marzo de 2013

Siestillo 09 07, 2011

Obra de fábrica II 90x90 cm. 2009


Veinte y siete fue una buena añada.
Esas instrucciones que se requería para inaugurar la buena conducción, los primeros destetes laborales por las vías y la carreteras, los trípodes, y las miras donde el punto del horizonte confluía todas las paralelas.
Autos sin choque.
Eran años dejados ahí para que maduraran, ahí, en la quietud de los hierros, en las oraciones postergadas siempre en la memoria de una madre y sus ancestros nunca olvidados por tu recuerdo simultáneo en ti.
Ciruelas, algo radicales eso de los jugos, esos magentas.
Horadado, resulta la siembra, botón espectacular lleno de hilos atrofiados en la ultramar que no hará orilla ni ola en esta mar angosta, petulante las miserias llenas de toallas y sábanas en el descansillo de la escalera.
Quién irá a recoger los colores derramados?
No habrá tantas abluciones referidas a mi afán de sufragar carnaval sin etiqueta, aquella máscara ocupó los espacios reservados a los que ostentaban tronos, esos destripados óleos dicen mucho de tu infancia.

No quieras acordarte ahora nuevamente de los visores y las “matisas” que prolongaban las carreteras para los trenes de velocidad alta, esbelta; y en un ademán de recuerdos ascendían la vía a los altares del balastro postrer que golpeaba a ritmo de nivelación las estelas infringidas por la aceleración. Después hubo que nivelar La Carlota y Azuaga la estirada ladera a dos vertientes donde la palabra amistad tomo sentido reflejada dentro de la frustración, el miedo y los desconocidos pusieron rostros a los condicionantes.


Del Libro "Águilas al Rey" 2.011

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