SAETA XVII
Colgada la pregunta
en los aires del peine, donde dicen las ramas obscenidades al roce inocuo con
sus barrotes, unas prolongadas y espesas cortinas inflaman el vacío de un pecado
mientras olas huecas horadan el ruido.
Siempre la luz en
las entrañas del mar nace y atropellada inunda y mece tras la espuma la tarde.
Qué horizonte de
paja herido en su astilla de sonrisa. Inacabados besos que fueron sombra sin
cartílago en la pulcritud de la saliva, hilo desganado donde la boca vuelve a
sucumbir al pecado.
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