Colores XXXIV Borobia Soria 97x89
PAISAJES DE SORIA
Antesala de los nervios que se derretían en el frugal almuerzo,
viramos camino de Almazán serpeando asfaltos estrechos.
Los Llamosos con sus chimeneas que semejan madrigueras entre rocas y tejas
desmenuzando callejas, alternativas a rincones o aliviaderos empinados
como linderos de enemistad de vecinos ancestrales.
En lontananza zócalos de turquesas se debaten las atmósferas.
La tapia, cancelas oxidadas, un alto de siesta, somnoliento,
paseo con campanas desconchadas y mármol en cruz.
Tardelcuende indolente, malherida, casi dormida, se semeja
a escuelas abandonadas sin trinos que escuchar ni pizarras que herir.
Llegamos a la ciudad ordenada, con ganas de bebernos la tarde
/en la plaza de Almazán,
Iglesia de uno de esos siglos que imponen una clemencia o un pecado,
dentellada a los escenarios efímeros, esos que halagan noches de música
/rebujada con lluvia.
Recostada, desde el río, entre arboleda,
altiva como rueca desdentada vas deshilachando nubes,
vas ofreciendo recovecos y ventanas; ese descolgarse verde,
su falda de urdimbre de hojas, madejas de reflejos,
entramado de espadañas, agujas hirientes a un cielo diríase del sur.
10/2009
Antesala de los nervios que se derretían en el frugal almuerzo,
viramos camino de Almazán serpeando asfaltos estrechos.
Los Llamosos con sus chimeneas que semejan madrigueras entre rocas y tejas
desmenuzando callejas, alternativas a rincones o aliviaderos empinados
como linderos de enemistad de vecinos ancestrales.
En lontananza zócalos de turquesas se debaten las atmósferas.
La tapia, cancelas oxidadas, un alto de siesta, somnoliento,
paseo con campanas desconchadas y mármol en cruz.
Tardelcuende indolente, malherida, casi dormida, se semeja
a escuelas abandonadas sin trinos que escuchar ni pizarras que herir.
Llegamos a la ciudad ordenada, con ganas de bebernos la tarde
/en la plaza de Almazán,
Iglesia de uno de esos siglos que imponen una clemencia o un pecado,
dentellada a los escenarios efímeros, esos que halagan noches de música
/rebujada con lluvia.
Recostada, desde el río, entre arboleda,
altiva como rueca desdentada vas deshilachando nubes,
vas ofreciendo recovecos y ventanas; ese descolgarse verde,
su falda de urdimbre de hojas, madejas de reflejos,
entramado de espadañas, agujas hirientes a un cielo diríase del sur.
10/2009
VA 37 SORIA 65X81
PAISAJES DE SORIA II
Paisajes rememorados donde impera esa amistad
dejada para otros momentos, líneas gruesas que subrayar.
Senderos de polvo con agujetas hechas de postillas y malandar
trozos de asfalto amurallados de espinas sin arar.
La cóncava reja de “Barcones” de herrumbre roja pintada,
Casonas labradas de ladrillos carmines, límpida mañana,
desperezan árboles en húmedos peajes de aroma.
Silueteada resquebraja el celeste contra la insólita espadaña.
La Riba de Escalote, pasear entre sus calles derramadas,
toparme en sus inútiles puertas de gateras atascadas
Ahora miro en derredor del camino que encuentra su acantilado
en huecos recónditos de otoños e hierros hechos de rocas antañas.
Andarse correteando eses de tierra que desembocan en iglesias y frontones,
en rejas salobres, terrenos ocres, cristales que reflejan mieses.
Lejanos estruendos y la torre de Bordecorex cayó desarmada de madrugada,
cuando nadie la escuchaba en su padecer de piedra olvidada.
Saltándose murallas, torres, ribas infranqueables a luceros sin memoria,
amargo suspiro que saliendo raudo recoge unos zapatos como desdeño de Reyes.
Huerto pelado, desnudo ofrece algún verde pobre que alimenta humildades.
Sus cuestas pegadas a la ladera aparecen en veredas intrusadas de hierba seca.
Y Rello me llama, alimenta cual llanto de niño la soledad de su pareja.
Enhiesta en la hierática sombra hecha de geométricas metáforas,
unos acordes de triángulos, rocas que escarpan la inaccesible pugna,
esa que sin demora araña la escalada por la pared del sueño.
Me detuve tres veces, retener la visión era el precio del silencio,
junto al arroyo divisaba la asombrosa vista del cerro en bandada de nubes,
nubes que al igual que el pasajero pronto desearían volver;
pero una atmósfera nos aconsejaba como a Lot no volver la vista atrás
10/2009
Paisajes rememorados donde impera esa amistad
dejada para otros momentos, líneas gruesas que subrayar.
Senderos de polvo con agujetas hechas de postillas y malandar
trozos de asfalto amurallados de espinas sin arar.
La cóncava reja de “Barcones” de herrumbre roja pintada,
Casonas labradas de ladrillos carmines, límpida mañana,
desperezan árboles en húmedos peajes de aroma.
Silueteada resquebraja el celeste contra la insólita espadaña.
La Riba de Escalote, pasear entre sus calles derramadas,
toparme en sus inútiles puertas de gateras atascadas
Ahora miro en derredor del camino que encuentra su acantilado
en huecos recónditos de otoños e hierros hechos de rocas antañas.
Andarse correteando eses de tierra que desembocan en iglesias y frontones,
en rejas salobres, terrenos ocres, cristales que reflejan mieses.
Lejanos estruendos y la torre de Bordecorex cayó desarmada de madrugada,
cuando nadie la escuchaba en su padecer de piedra olvidada.
Saltándose murallas, torres, ribas infranqueables a luceros sin memoria,
amargo suspiro que saliendo raudo recoge unos zapatos como desdeño de Reyes.
Huerto pelado, desnudo ofrece algún verde pobre que alimenta humildades.
Sus cuestas pegadas a la ladera aparecen en veredas intrusadas de hierba seca.
Y Rello me llama, alimenta cual llanto de niño la soledad de su pareja.
Enhiesta en la hierática sombra hecha de geométricas metáforas,
unos acordes de triángulos, rocas que escarpan la inaccesible pugna,
esa que sin demora araña la escalada por la pared del sueño.
Me detuve tres veces, retener la visión era el precio del silencio,
junto al arroyo divisaba la asombrosa vista del cerro en bandada de nubes,
nubes que al igual que el pasajero pronto desearían volver;
pero una atmósfera nos aconsejaba como a Lot no volver la vista atrás
10/2009
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